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Ser sus manos y sus pies aquí en la Tierra
Justo en mi primera experiencia como misionera. Me encontraba realizando la EDE en JUCUM Cartagena y era hora del primer tiempo práctico… la mini-cruzada. Esta era una semana donde íbamos a compartir a través de misiones lo que Dios nos había enseñado durante el tiempo teórico que llevábamos en la escuela. Y así fue, viajé de Cartagena a Ciénaga, Magdalena con un equipo de 4 personas, Allí nos recibió una hermosa familia pastoral que recuerdo con mucho amor pues fue mi primera visita como misionera, y a decir verdad ‘comí hasta por los codos esa semana’ – jajaja. Fuimos muy bien recibidos y muy amados. Durante toda la semana el Señor nos permitió trabajar y compartir con varios Colegios de la ciudad y todos los días en nuestro acostumbrado tiempo de equipo, orábamos y le preguntábamos al Señor que era lo que quería que compartiéramos a los estudiantes, y a pesar de tener tanto material como obras de teatro, juegos, coreografías e incluso mensajes cortos, Dios siempre inquietaba nuestros corazones con la misma obra de teatro: «¿Quién soy yo?». Y para darte un poquito de contexto, es una obra que se enfoca en la identidad y como el enemigo quiere traer mentiras a nuestra vida sobre quienes somos. Entonces usa a nuestra familia, nuestros amigos o nuestra pareja para lastimar nuestro corazón, sin embargo, Dios llega, nos levanta, limpia nuestras rodillas y afirma nuestra vida hablando de quien somos nosotros para Él.
Entonces te imaginarás el gran impacto que tiene una obra de teatro como ésta en jóvenes de 12-16 años. Y aquí viene aquel pequeño momento de esa semana que impactó mi vida para siempre. En un salón de clases, entre tannnntos que visitamos esa semana realizamos la obra de teatro, luego oramos por los chicos y por primera vez les dijimos que si había alguno que se identificará o simplemente quisiera hablar con alguien, ahí estábamos nosotros para escucharlos. Y voy a admitir que ese momento era retador e intimidante y si alguna vez has estado en mi posición creo que puedes entender lo que se siente ese momento en el que no sabes quién se acercará a ti y te abrirá su corazón o levantará la mano y te pedirá ayuda. Así que como era de esperarse varías chicas levantaron su mano y una se acercó a mí, aún recuerdo su nombre, tendría aproximadamente 12 añitos.
Ella empezó a contarme todo lo que la cargaba y el gran peso que llevaba sobre sus hombros. Un hogar dividido, maltrato físico y verbal, descuido y muchas cosas más. Pero a medida que ella hablaba yo le preguntaba al Espíritu Santo ¿qué hacer o que decirle? Y creo que esto también puedes entenderlo jajaja. Hasta que sentí que lo único que debía hacer era abrazarla y aunque ella ya estaba llorando apenas la toque rompió en llanto y me abrazo muy fuerte, estuvimos un largo rato allí abrazadas mientras yo le decía lo que ella necesitaba escuchar. Finalmente, Dios me dijo: «dale tu manilla». Era algo muy preciado para mí. Fue un detalle que me regalo una amiga antes de irme para JUCUM. La manilla decía “YEC” que significa: «Yo estoy contigo» y así fue, se la di. Recuerdo que después de todo su rostro era distinto a como estaba 10 minutos antes y no solo por sus ojos rojitos e hincados por el llanto, entonces ahí supe que Dios había tocado su corazón.
Sinceramente, la parte difícil de ser un misionero es que a dónde vayas evangelizas, pero difícilmente discípulas; así que antes de despedirnos busqué la manera de cuidarla y mantenerme en contacto con ella, pero no fue posible y eso me agobio un poco.
Horas más tarde yo seguía pensando en ella y mi corazón se preocupaba por no saber cómo estaba, entonces sentí como Dios me dijo que Él era quien la iba a cuidar y que yo debía estar tranquila, pues en ese momento dejé una semilla que algún día florecería y ESO era lo que debía seguir haciendo, ser sus manos y sus pies aquí en la Tierra, escuchar su voz y hacer lo que Él haría mientas esta frente a aquellas personas con las que Él me permita compartir. Ese día fue tan solo con un abrazo y un detalle, otro día podría ser con una palabra de aliento o solo con tomar la mano de alguien con fuerza. Lo importante es que yo me permita ser usada por Él para hacer lo que Él haría y eso ha marcado mi vida. Deje de creer eso que algunas personas dicen “¡Dios no nos necesita! Si tú no quieres Él usara a alguien más para cumplir su obra” y aunque esto tiene un poco de verdad, cuando hay un llamado, ¡HAY UN LLAMADO!, y Dios si necesita obreros, entre más… mejor. Y es así como a partir de ese día siento la hermosa responsabilidad de acercarme a las personas y preguntarle al Señor que quiere que haga por ellas.
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